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Relaciones familiares

Segundas familias: convivir con papás y hermanos “nuevos”  
 

La convivencia al interior de las nuevas familias de padres separados no siempre es fácil. Los niños y adolescentes deben enfrentar la llegada a sus vidas de madrastras, padrastros y nuevos hermanos. Si el papá biológico está ausente, estos nuevos integrantes pueden potenciar un desarrollo integral para los niños que antes no tenían una figura masculina, pero puede presentarse un conflicto, al menos en un comienzo, si el papá y el padrastro quieren participar.

Fuente: www.padresok.cl

“No es mi papá”, o “tú no eres mi mamá para mandarme”, son las frases típicas con las que se expresa usualmente la dificultad de integración, conviviendo o no, en las nuevas familias formadas por los padres, después de una separación o viudez.

En esta estructura familiar acechan las trampas y los peligros como, invadir o ser invadido en el espacio personal, excluir y ser excluido, rivalizar con los hermanos y hermanastros, odiar o amar a la pareja del papá o la mamá, sentir culpas eternas, competir con los hijos del marido o esposa por su atención y su tiempo.

Todas estas emociones pueden potenciar cualquier conflicto que el niño estuviera viviendo antes, incluso, el de la separación. Así, un niño tímido puede, por ejemplo, reaccionar completamente al contrario con sus hermanastros si se ve agredido en su espacio. O un niño que siempre fue el regalón de la familia, puede retraerse frente a esta nuevo escenario familiar.

‘La mujer de mi papá’

Para las amigas Pati y Emilia, ambas de 11 años y estudiantes del colegio Madrigal de Santiago, ser hijas de parejas separadas no es algo extraño, ya que la mayoría de sus compañeros está en la misma situación. Es tan normal para ellas que el término madrastra ni siquiera existe en su vocabulario.

Cada una ha vivido de forma diferente la relación con sus padres y las nuevas parejas. Mientras Emilia siente que la nueva familia no interfiere en su vida cotidiana, y puede aceptar las normas de las dos casas, para Pati ha sido insoportable la adaptación a la segunda familia, la de su padre. “La relación que tengo con mi papá y mi mamá son distintas. Con mi mamá somos más pegotes, nos abrazamos mucho más, nos damos besos. En cambio con mi papá es diferente, porque están mis otros hermanos y la mujer de mi papá. Ella no me cae bien porque es pesada conmigo, pero no se lo he dicho ni a ella ni a mi papá”.

La relación con las madrastras y padrastros generalmente es compleja. La psicóloga infanto-juvenil, Patricia Fernández, afirma que este rol siempre es ingrato para quien lo ocupa “porque hay que tener en cuenta que lo que le interesa al niño es mantener la relación con el padre y con la madre, incluso cuando se separan. Siempre existe una esperanza de reconstruir la familia y ven en la madrastra el impedimento”, agrega la especialista.

Para Pati la relación con su madrastra es muy difícil. “Me carga cuando reta a mi papá y él no le dice nada, me da pena. Yo tomé conciencia de que mis padres no iban a volver cuando conocí a esa mujer”, contesta resignada. Sin embargo, no se acostumbra a la idea de ver a su madre con una pareja luego de 5 años. “No puedo soportar una pareja de mi mamá. Mi papá si puede, porque no vive conmigo”. Emilia también coincide con su amiga. “No me importa que mi mamá tenga pololo, pero ahora que está sin pareja “es toda para mí”.

No es el caso de Sebastián, de 15 años, quien dice tener “la mejor de las relaciones con su padrastro”. “Como mi papá se fue, yo adopté a mi padrastro”, se ríe, “pero aunque he intentado llamarlo papá, él me dice que le diga su nombre o tío. Eso me da pena, pero entiendo porque tiene otro hijo grande”.

Sea amor u odio, lo cierto es que en las nuevas familias se establecen sistemas de vínculos diferentes. Por ejemplo, Carla, de 8 años, llama ‘tío’ a su padrastro, mientras su primo Carlos, de 18, lo llama por el nombre. Cada uno de ellos tiene hermanastros, como también los tienen Emilia y Pati, y no siempre les resulta fácil quererlos.

Según la psicóloga y directora del Centro Integral de Atención y Estudios Psicológicos, Espiral, Andrea Pomés, “a los niños que tienen más de una familia les suceden miles de cosas críticas en un solo momento, mientras que otras familias viven por etapas los problemas que pueden presentarse en el ciclo vital de la vida. Es decir, hay pareja nueva, hermanos nuevos, casa nueva, etc. Es complejo, pero si se permite que los niños expresen lo que sienten de verdad como rabia, lata y pena, las segundas parejas y los hermanastros pueden ser recursos en la vida y una ganancia más que un problema”.

Papás y padrastros

Otra situación viven los niños que tienen padres y padrastros presentes. Muchas veces éstos quieren participar en la educación, en la organización de las actividades y no se pierden oportunidad para estar con los hijos o con los hijos de su pareja. Según la psicóloga clínica, Mariana Ruiz, los niños tienen muy claro quién es el padre y quién el padrastro, ya que incluso estructuran el lenguaje incluyendo a uno y a otros. “Por ejemplo un niño que está trabajando con su padrastro le dice: ‘mi papá también tiene un computador´, y así demarca el territorio que tiene cada uno en su mente”.

Además, si el padre biológico ha mantenido una relación estable y bien definida tanto en lo emocional como en el aspecto cotidiano con el hijo, las actividades de las que participa el padrastro no tienen por que llevar a conflicto al niño. No importando que actividades se realicen, el niño podrá participar libremente de ellas si no percibe contradicción en lo que los adultos le plantean. Por el contrario, ocurren conflictos cuando en la familia existe espacio para la descalificación de unos hacia otros, cerrando el paso a la participación de otros adultos en la crianza.

Otro de los conflictos que se produce si padre y padrastro mantienen una buena relación con el niño, es cuando lo hacen elegir entre uno u otro. Por ejemplo, le preguntan con quién prefiere ir al cine, o con quién quiere pasar el fin de semana. “Esto puede producir daño en el niño por la responsabilidad emocional que significa elegir, pero si esta definido de antemano por los adultos quién participa en qué durante la crianza, no se producirá ningún conflicto de lealtad”, indica la psicóloga Ruiz. Si el niño escoge realizar una actividad con el padrastro, los padres deben ser capaces de entenderlo y no considerarlo una traición.

El problema contrario se produce cuando se les obliga a relacionarse de igual manera con el papá y con el padrastro en una especie de pseudo-justicia. Según la especialista de PadresOk, la psicóloga Karen Moënne, “lo ideal es que le permitan relacionarse espontáneamente con ambos o con todos los miembros de la familia nuclear y la nueva, no forzándolos. Que sean ellos quienes vayan escogiendo cómo quieren relacionarse y qué es lo que quieren hacer con cada uno. Lo importante es siempre tener claro que las relaciones se construyen a través del tiempo, y no de un minuto a otro”.

Una Nueva Familia

Según Andrea Pomés, independiente de lo complejo que puede llegar a ser una segunda familia, cada vez existe más gente que ha tenido buenas relaciones en estos casos. “Las familias ensambladas han sido en algunos casos una bendición y una buena posibilidad de vivir vínculos buenos en un espacio protegido”.

Pero lamentablemente no es una tarea fácil, ya que la mayoría de los niños siente una desprotección frente al mundo que los rodea y experimentan sentimientos encontrados: pueden vivir con sensación de abandono del padre o madre biológico o envidia y rabia, porque ven que éste cuida a otros niños más que a ellos. Sienten, en general, que perdieron por todos lados.

La psicóloga Pomés señala que la ayuda terapéutica “está relacionada con animar a esos niños a expresar lo que les está sucediendo, porque tienen una pena que nunca han podido decir que es pena, o una rabia que no han podido vivir como rabia”. Según su experiencia, si la mamá permite que sus niños expresen lo que sienten y actúen de acuerdo a sus sentimientos, sin forzarlos, se está trabajando para que incluyan, poco a poco, a nuevas personas en sus vidas”.

 
El Día del Padre

A Manuela de 5 años, se le creó un grave problema en el jardín infantil. Le dijeron que tenía que elaborar un porta-lápices para el día del padre. Fue entonces que comenzaron las preguntas y el dolor apareció cuando la mamá decidió contarle que su papá se había ido para siempre.

Para la psicóloga Fernández, las tradiciones como éstas son lamentables y sólo sirven para discriminar aún más a los niños que sufren la separación. La especialista indica que en esta fecha el índice de consultas se acrecienta, “porque se parte de la base que todos los niños tienen un padre presente siendo que un alto porcentaje no lo tiene. Esto es irreal y recuerda la herida que tienen gran parte de los niños chilenos”.

 

Los conflictos cotidianos

En la convivencia con adolescentes los problemas y conflictos se potencian. Mientras el niño se relaciona más auténticamente con el cariño que pueda recibir de una persona “similar” a su padre y responde a la calidad de este sentimiento, el adolescente tiene un pensamiento mucho más complejo que le impide, en ocasiones, soltar sus sentimientos.

Es usual que estos niños tiendan a identificarse con el padre que más sufre o es víctima de la situación. La psicóloga Pomés cuenta el caso de un paciente que tiene 15 años, que ve con terror que su mamá encuentre otra pareja, porque el padre está desecho con la separación. “El niño se alía con la víctima que no tiene pareja y proyectan en la nueva pareja parte de la rabia, la pena y la impotencia de ver tan mal a su mamá o papá”.

Asimismo, es complejo imponer reglas de convivencia a los adolescentes. Basta con pensar que si dos hermanos biológicos adolescentes pelean, no es fácil lograr que se entiendan hermanastros que fueron acostumbrados a ser únicos.

“Es lo mismo que cuando nace un hermano nuevo. Si lo miras desde el punto de vista que le estás quitando algo a tu hijo y todo está construido de esa manera, así va a ser vivido. Si tú lo significas desde el punto de vista que le estás entregando algo, hay negociaciones que hacer y no debiera ser más que una etapa a vivir y superar”, indica la especialista Pamela Pomés.
 
 
Las Visitas

Otro tipo de conflicto lo constituyen las visitas. Los niños tienen que salir de sus casas, de su ambiente y de sus costumbres, para sumergirse en otro sistema de reglas. Pati todavía no puede acostumbrase a tener que dormir en la casa de su padre. A los 4 años presentó un caso de angustia frente al hecho de tener que visitar a su padre una vez a la semana.

Ahora ella piensa “siempre he esperado el día en que sea mayor de edad y le diga a mi papá que nunca me ha gustado ir para su casa y que siempre lo he pasado mal por algún motivo, porque no pasa fin de semana que él y su señora no peleen”.

Para la psicóloga Fernández el sistema de visitas es complejo, pero es una realidad. “Muchos padres dejan solos a sus hijos y no entienden que las visitas son para estar con los hijos, para traspasarle valores y cariño. No es una pelea de gallitos con la ex mujer para ver cuánto gano en horas”.

Por esta razón, la especialista propone que las visitas debieran más flexibles y ordenadas. “Perfectamente se pueden quedar en la casa del padre y no dejar de hacer las actividades que tenían programadas. Hay padres que se quedan con los niños y duermen una siesta eterna o le prohíben ir al cumpleaños para que estén con ellos. Eso no puede ser”.

 

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