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Saber perder el tiempo

Saber perder el tiempo

Estamos tan acostumbrados a hacer cosas constantemente, a producir… que el “no hacer nada” nos parece una pérdida de tiempo. Sin embargo este “perder el tiempo” es en realidad ganar vida; el no hacer nada puede significar ser mucho. “Ante tanto que hacer, lo mejor es hacer menos y vivir lo poco que se hace”. Reflexiones y recomendaciones de José Chamorro, columnista del Portal Vivir Agradecidos, Poeta y Teólogo.

Cada día precisamos aprender nuevas actitudes que generen bienestar a nuestra vida. Como ya hemos comentado en repetidas ocasiones, se ha creado un sistema tan complejo que ya no nos sirve buscar medidas complicadas que nos ayuden sino que, por el contrario, el esfuerzo se centra en recurrir a posibilidades cada vez más sencillas. Ante el estrés nos pueden recomendar multitud de recetas pero, en el fondo, lo que necesitamos es saber “no hacer nada”, y esto supone aprender a “perder el tiempo”.

La conciencia de productividad, que tan instalada está en cada uno de nosotros, viene generando dinámicas en la persona que la llegan incluso a torturar, pues se ve continuamente sometida a una presión que en muchos casos es inexistente. Si uno se sienta en un sillón y es capaz de estar sin hacer nada, podríamos decir que ha conseguido todo un logro. Pues bien, lo que parece normal es que cuando esto ocurre, algo en nuestra conciencia nos diga: “¿qué haces parado sin hacer nada?” El “no hacer nada” es llegar a “ser mucho”. El hacer, hacer, hacer… es algo enfermizo que hemos mamado desde niños, y que convendría ir eliminando de nuestra rutina sin demora.

Estar sin hacer es lo mismo que abandonarse a la presencia plena del ser. Estar ahí, quieto, sentado, respirando sin permitir que el pensamiento huya… es ganar en salud.A nuestros ojos la persona que medita, siente el silencio, o contempla sin mirar nada en concreto, puede parecer que está perdiendo el tiempo. Pero a los ojos de los individuos orientales les parecerá que ese sujeto está ganando, sobre todo, vida. Estar sin hacer es lo mismo que abandonarse a la presencia plena del ser. Estar ahí, quieto, sentado, respirando sin permitir que el pensamiento huya para planificar ni preocuparse de nada, es ganar en salud. En ocasiones ansiamos el tiempo vacacional diciendo que lo utilizaremos para descansar, pero lo cierto es que al final nos enfrascamos en mil actividades (propias de las vacaciones) sin lograr el propósito que llevábamos. Esta actitud está tan infiltrada en cada uno de nosotros, que lo mejor que podríamos hacer es desvelarla poniendo conciencia cada vez que pueda aparecer. Este es el mejor modo para ir interrumpiendo el patrón tan bien (o mal) aprendido.

Ante tanto que hacer, lo mejor es hacer menos y vivir lo poco que se hace. Ante tanta obligación, lo más beneficioso es ser capaz de elegir bien las responsabilidades que se vayan a tomar. Ante la velocidad, lo recomendable es la urgencia de la quietud que, como ya hemos apuntado, es perder el tiempo para aquellos que son incapaces de parar y coger el control de la velocidad que han puesto en sus vidas.

Fuente:www.viviragradecidos.org

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