La salud de las relaciones
Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y que la vida solo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros y que nadie se merece cargar con la responsabilidad de completar lo que nos falta. No nos contaron tampoco que solo los individuos con personalidad propia podemos tener una relación saludable.
Para construir una relación, primero es necesario aceptar, tomar y luego liberar la familia de origen. Si esto no se realiza la mirada queda en la familia de origen y se traen a la nueva relación los problemas de ese sistema. De lo contrario, los hijos intentamos compensar situaciones, traumas, culpas y sacrificios que nuestros padres no encararon. Así, al sanar nuestro pasado familiar, sanamos nuestro presente individual.
Es fundamental tomar al padre y a la madre. La madre nos conecta a la vida y el padre a lo social, al mundo. Ahí podemos ver el origen de la mayoría de nuestros conflictos.
Fuente : http://www.revistanamaste.com/
Por Dra. Rocio Fraile
Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y que la vida solo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros y que nadie se merece cargar con la responsabilidad de completar lo que nos falta. No nos contaron tampoco que solo los individuos con personalidad propia podemos tener una relación saludable.
Para construir una relación, primero es necesario aceptar, tomar y luego liberar la familia de origen. Si esto no se realiza la mirada queda en la familia de origen y se traen a la nueva relación los problemas de ese sistema. De lo contrario, los hijos intentamos compensar situaciones, traumas, culpas y sacrificios que nuestros padres no encararon. Así, al sanar nuestro pasado familiar, sanamos nuestro presente individual.
Es fundamental tomar al padre y a la madre. La madre nos conecta a la vida y el padre a lo social, al mundo. Ahí podemos ver el origen de la mayoría de nuestros conflictos.
La relación con la madre es crucial, por ser ella la primera persona con la que nos vinculamos. Nos gestamos en su interior. Será a los dos años, aproximadamente, cuando los hijos acceden al padre. Pero es la madre la que abre el camino hacia él, la que impulsa y da el permiso para ir al padre. En prinicipio creamos la imagen del padre, en principio, en función de lo que la madre nos muestra de él.
Es necesario que el hijo varón acceda al padre para que adquiera la virilidad que necesita para ser el otro, el elemento diferente en la pareja. Y el hijo debe seguir con el padre para que este le guíe. La fuerza masculina le es dada al hombre a través de su padre y de los antepasados masculinos. Por otro lado, la hija debe ir a su padre para luego poder abandonarle y retornar con la madre para que esta la guíe, ya que la fuerza femenina le es dada a la mujer a través de su madre y sus antepasadas femeninas.
Si se altera la relación padre-hijo o madre –hija también se verá alterada en el adulto la capacidad de relacionarse y vincularse.
Nacimos de la unión de un hombre y una mujer que juntándose nos dieron la vida; quizás por añadidura nos cuidaron, jugaron con nosotros, nos enseñaron a formar parte del mundo, nos dieron su amor hasta donde realmente pudieron y nos entregaron la vida al precio que les costó.
Somos nuestros padres, también somos nuestros ancestros, llevamos el legado de la vida desde su origen remoto más allá de nuestra comprensión. Tomar a los padres es amarlos como son, agradecerles la vida como nos la dieron, sentirnos más pequeños que ellos, honrando su don y entrega hacia nosotros.
La madre
Al tomar a nuestra madre incondicionalmente, totalmente, la vida fluye hacia nosotros en toda su plenitud y abundancia. Madre es sinónimo de vida, cada aspecto particular de nuestro presente con el que estamos enfrentados o rechazamos es un matiz o un rasgo que rechazamos de nuestra.
Cuando, a través de nuestro crecimiento, aceptamos recibir la vida como nos la dieron, renunciando por el camino a todo reproche, a toda ilusión, aceptando lo recibido empezamos a llenarnos, a rebosar, y nuestra mirada se hace amable, nos sentimos plenos y humanos, nos encontramos con los otros horizontalmente, sabiendo qué podemos dar y qué necesitamos recibir en un intercambio de reconocimiento y renovación constantes del amor humano.
Vemos que a través de la madre viene la salud, la abundancia, el éxito económico, el éxito en las relaciones personales y el amor. También con ella conectamos con nuestro pasado ancestral, con las raíces.
Tomar a mamá es reconciliarse con la vida tal y como nos llega, haciéndonos flexibles y dispuestos a cada circunstancia. El rechazo a la madre nos lleva a la enfermedad, a la falta de alegría, a la depresión, a la escasez económica y amorosa.
El padre
A los dos o tres años entra en nuestra consciencia la presencia del padre, una figura que nos lleva al mundo, al exterior, a las relaciones con lo nuevo. Mientras que en mamá tenemos un hogar, un refugio; con papá tenemos una fuerza de exploración, de actualización hacia afuera.
Al tomar a nuestro padre incondicionalmente nos proyectamos en una fuerza que va hacia el futuro, a lo nuevo y desconocido. Con papá nos llega la realización profesional, la adaptación al momento presente, la capacidad de supervivencia y la socialización.
El rechazo al padre trae problemas tales como enfermedades mentales, fracaso en la realización profesional, falta de fuerza, decisión, falta de contacto con el mundo.
Padre y madre: Siempre juntos en nuestra mirada
Somos la fusión de dos que hacen uno, somos las dos polaridades fundidas: masculino y femenino. Cuando miramos a mamá, a su lado está papá, y viceversa. Si funcionamos de este modo, sin decantarnos por ninguno de ellos. Si ambos están, por igual aceptados, en nuestro corazón nace una fuerza grande que nos da fuerzas para encarar la vida.
Si hemos podido tomar a nuestros padres tenemos incorporada la fuerza para formar una buena pareja.
