Todos hemos oído hablar de empatía, y muy a menudo se nos ha explicado como “la capacidad de ponerse en el lugar del otro”. Sin embargo, en la mayoría de los casos, mano en el corazón, esto no suele funcionar tan bien en la práctica. Por supuesto es frecuente, que efectivamente logramos ponernos en la situación del otro, pero generalmente es porque estamos de acuerdo con esa persona, es decir simpatizamos con ella.
Así es que la simpatía exige consonancia, concordancia, coincidencia y muchas veces, ideas de valores similares. Simpatizamos con nuestras amistades y con quienes compartimos algo en la vida, por lo que nos parece más fácil “ponernos en su lugar.”
Sin embargo, no nos será tan fácil ponernos en la posición de cualquier persona, con la cual a primera vista no tengamos nada en común o diferencias abismales en algún ámbito. Por ello, no me gusta tanto la arriba citada definición simplificada y “vox populi” de empatía.
Más bien coincido con que la empatía es una postura comunicativa que nos permite respetar acciones interpersonales, y también sentirlas comprensivamente, independientemente de si estamos de acuerdo o no, si simpatizamos con esa persona o no.
Por lo tanto y tratando de hacer una mejor aproximación a la definición de empatía, propongo la siguiente: “la capacidad de expresar respeto y comprensión por la manera de actuar, pensar o sentir de la otra persona, ya sea que estemos de acuerdo o no.” En ese contexto, nuestra situación personal y opinión son indiferentes, ya que las posiciones incluso podrían ser contrastantes o antagónicas. De lo contrario, si las posiciones y opiniones son más bien coincidentes, simpatizamos con nuestra contraparte.
De la manera que lo explico arriba, lo he vivido muchas veces en mi vida, aunque debo reconocer, de que durante décadas actuaba más intuitivamente en ese sentido y no era tan consciente de ello. Cuando tomé real consciencia, fue hace unos doce o trece años atrás, cuando ahondé en una amistad con una persona por la cual sigo teniendo un inmenso afecto, quien muchos años antes de que la profundizáramos había sufrido el asesinato por razones políticas de su padre, en una época complicada y muy delicada de nuestra historia. Esta persona, de una posición política muy distinta a la mía, estaba pasando por un momento puntual especialmente sensible respecto de la pérdida de su padre. Efectivamente, a pesar de nuestras grandes diferencias ideológicas, la respeté honestamente y pude sentir comprensión por lo que había pasado y estaba pasando en ese momento, sin falsas posturas, tanto así, siento que en esos años incluso fui un buen apoyo, más allá de mi comportamiento al estilo del Río Guadiana: aparecer y desaparecer, el que nada tenía que ver con la situación señalada. Debo decir eso sí, de que simpatizábamos muy fuertemente en varios valores, diferentes a los meramente ideológicos políticos.
Por lo tanto, claramente sí somos capaces de llegar a sentir comprensivamente, si respetamos la posición y vivencia de la otra persona, sin condenarla o realizar un juicio de valor.
Para mostrar empatía, no es necesario expresar nuestra propia opinión sobre el tema, ya que ante todo la empatía requiere escuchar, observar y respetar la posición o situación de esa otra persona. Por supuesto, existen otras formas de hacer ver nuestra opinión y mostrar respeto, por ejemplo, a través de una comunicación tranquilizadora y deferentemente apropiada a la situación.
Pero por favor, no confundamos: a veces sentimos que somos empáticos, o incluso nos dicen que lo somos, pero cuidado, frecuentemente se trata sólo de querer complacer al otro o tratar de ser bien comportados, incluso a querer caer bien y obtener su aprobación. Tratamos de simpatizar, pero en realidad no empatizamos.
El respeto real, exige conocimiento y empatía. Ello, porque debemos conocer y observar a la otra persona para poder mostrarle nuestro respeto en su situación. El respeto requiere que todos tengamos el derecho de decidir cómo queremos vivir, pensar, actuar y sentir, sin ser juzgados por esas decisiones. Por supuesto, sin que ello ocasione daños a otros.
Cuando respetamos, comprendemos desde la posición en que habla, piensa o siente la otra persona, según sus propios valores, sin que necesariamente exista plena coincidencia en ellos. Además, si no pretendemos cambiarla a través del convencimiento racional o emocional.
Simpatizar significa compartir muchos valores, inclinaciones, etc. Empatizar significa mostrar respeto comprensivo por las diferencias sin juzgar.
Por lo tanto, no siempre puedes ser simpática(o) y empática(o) al mismo tiempo.