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Tomar decisiones impulsivas: Cuestión de genes

Tomar decisiones impulsivas: Cuestión de genes

A veces tomar decisiones puede convertirse en una tarea de lo más complicada, sobre todo cuando debemos elegir entre algo que nos gusta muchísimo y alguna acción que aunque no nos apetezca tanto, forma parte de nuestras obligaciones y sabemos que en el fondo es importante y resultará mucho más beneficiosa para nosotros en el futuro. Es lo que se conoce como la dicotomía entre una recompensa inmediata y otra a largo plazo. Resulta más sencillo ser impulsivo y pensar en un placer fácil de conseguir que posponer dicho deseo por uno que llegará más tarde, pero el problema sujeto a este comportamiento es que al final acaban eludiéndose las propias responsabilidades. Ahora diferentes estudios han demostrado que esta conducta procrastinadora se debe en gran parte a tus genes.

Lo difícil de hacerse mayor

Según un informe presentado en el American College of Neuropsychopharmacology de Florida, esta tendencia a tomar decisiones impulsivas está enormemente influenciada por nuestra constitución genética. Es decir, se trata de un rasgo heredable. Identificar los genes implicados en esta característica podría ser clave además para comprender trastornos psiquiátricos, especialmente las adicciones.

Por otro lado, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, el Dr. Andrey Anojin y sus colegas llevaron a cabo un experimento en el que se analizó el comportamiento de más de 600 gemelos, y se descubrió que esta predisposición aumentaba gradualmente a medida que éstos crecían, en especial con la mayoría de edad. A partir de los 18 años, se empiezan a tomar decisiones propias, a disponer de mayor autonomía y en muchos casos esta nueva libertad puede conducir a decisiones mucho más impetuosas.

Controlar los impulsos para ser más feliz

La misma investigación mostó cómo los genes fueron una vez más causa fundamental de los resultados revelados, también para este estudio. Muchos de éstos codifican para enzimas que sintetizan un neurotransmisor llamado serotonina (conocida como la hormona de la felicidad) y los mismos receptores a los que ésta se une en el cerebro. No obstante, de acuerdo con el Dr. Anojin, aún es pronto para asociar esta impulsividad genética con la regulación de los niveles de serotonina del cuerpo, aunque esta relación parezca evidente y pueda suponer un nuevo camino hacia tratamientos contra trastornos derivados de esta actitud.

A pesar de que el hallazgo ha puesto de manifiesto la importancia de estos genes, aún quedan por determinarlos específicamente y demostrar el verdadero papel que cumple la serotonina en la impulsividad de los actos humanos. Se trata de una cualidad difícil pero no imposible de controlar, y entender su origen y cómo funciona podría tener profundos efectos positivos en nuestra vida cotidiana y mejorar enormemente nuestro bienestar.

Fuente: www.medciencia.com

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