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Yo quiero, yo pido, yo exijo

A veces las parejas llegan a terapia con verdaderos “pliegos de peticiones” asumiendo que, por el solo hecho de ser pareja, tienen derecho a pedir y exigir. Y, entonces, los conflictos se transforman en guerras.

Me pregunto donde quedó la generosidad, el amor y el deseo por el bienestar del otro. Donde quedan las ilusiones del primer encuentro, las ganas de estar y crecer juntos. Es obvio que todo esto muchas veces va quedando en el camino, como consecuencia de un círculo vicioso que empieza con las exigencias y las condiciones “si tu me das, yo te doy”.

Entonces lo que comenzó con dos personas que se relacionaron con lo mejor de sí mismas, termina con dos personas que hacen brotar en el otro, lo peor de sí mismas.

Fritz Perls, el “padre” de la psicología gestáltica moderna, dijo alguna vez pensando en las parejas: “Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas, ni tú estás para cumplir las mías, pero si nos encontramos, va a ser hermoso”.

Difícil…………

En un mundo complicado, en el que hay que desarrollar múltiples roles, cumplir con miles de obligaciones y rendir como pareja, como hijos, como amigos, como profesionales, etc. etc. parece que lo menos que podríamos pedir, y talvez exigir, es que nos ayuden y nos den la posibilidad de compartir las tareas.

“Parece”, pero no sirve, porque exigir es el peor negocio que podemos hacer. El otro reacciona mal, en rebeldía, porque “no me casé para esto”, porque “me asfixias”, porque “tengo cosas más importantes que hacer”, etc. etc.

El camino es “por la blanda”, no “con el palo en la mano”. Es no tener expectativas para evitar las frustraciones, pero también es ser generoso sin dejarse abusar, sin autosacrificios, sin inmolaciones.

“Por la blanda” es entrar por la puerta de atrás, con dulzura, sin exigencias perentorias, sin descalificaciones, sin demandas. Es explicando, comunicándose, no mandando, ni exigiendo.

Todo esto es posible en una pareja que se quiere y donde cada uno está preocupado por el bienestar del otro; que procuran hacerse la vida más fácil mutuamente y cuando están vigentes las motivaciones que los llevaron a estar juntos.

Si esto no está, nada de lo dicho tiene validez, porque nada bueno puede resultar en una pareja que dejó de interesarse por lo mejor para el otro.

Vivir en pareja es complejo.

Llevamos a la vida en común una mochila llena de historia, muchas veces repleta de frustraciones, también de esperanzas; queremos que el otro nos compense por lo que no nos han dado, por el daño que recibimos, por las carencias.

Pero no es misión del otro el compensarnos, es un trabajo propio, de cariño a nosotros mismos, de crecer para ser más completos. No podemos pasarle la cuenta a nuestra pareja, quién también trae sus propias carencias.

Dos personas que han resuelto su propia historia, hacen mejor pareja que los que vienen con la mano estirada, esperando que el otro le llene los vacíos.

El caminar juntos significa hacerle la vida más fácil al otro por cariño, porque nos nace, porque eso nos complace, no porque el otro lo pide. Si ambos sienten así, la vida en pareja será menos compleja y más satisfactoria y entonces todo será más fácil.

Vivir en pareja puede ser una aventura fantástica si lo tomamos como un compartir (las obligaciones y tareas, lo entretenido y disfrutable), si aprendemos a asombrarnos juntos frente a lo nuevo y lo mágico de la vida, si nos ayudamos en este crecer constante, que es la única forma de despertar cada mañana agradeciendo estar vivos y también agradeciendo el estar juntos.

Jennifer Middleton – Psicóloga Clínica

http://www.jennifermiddleton.cl/#quieropido 

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